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OPINIÓN

Alejandro San Francisco: Hacia el fin del relato del octubrismo

Quizá haya sido este baño de realidad de 16 meses en La Moneda lo que haya llevado al Presidente Gabriel Boric a replantear su visión sobre los primeros 30 años de la democracia chilena.

El Presidente Gabriel Boric ha comenzado su gira a España a solo unos días de las elecciones que habrá en ese país para elegir gobierno, donde se juega la continuidad de Pedro Sánchez en La Moncloa o, eventualmente, un triunfo del Partido Popular liderado por Alberto Núñez Feijoo.

España es un país especialmente importante para Chile, en primer lugar porque ambos están unidos por razones históricas, culturales y lingüísticas, que vale la pena considerar y preservar. Adicionalmente, desde hace algunas décadas el país europeo se ha transformado en uno de los principales socios comerciales de Chile y uno de los que tiene más inversiones directas.

Además, siempre es bueno recordarlo -más aun a pocos días de los comicios- porque España y Chile tienen historias y fuerzas políticas análogas, muy similares y comparables, con procesos de impresionante similitud.

No obstante todo lo anterior, es interesante revisar la visita por algunas de las reflexiones del presidente Gabriel Boric, quien se refirió a muchos temas históricos, al proceso constituyente y a su par español. También tuvo palabras sobre lo que ha sido el desarrollo chileno desde la restauración de la democracia en 1990, que vale la pena reproducir:

“Somos un país que ha mejorado significativamente los últimos años. Los últimos 30 años desde la vuelta a la democracia, somos un país que ha disminuido la pobreza, que ha fortalecido sus instituciones, que se ha insertado por el mundo, que ha optado por el multilateralismo, que ha logrado abrir lazos comerciales y culturales con diferentes regiones, que hoy día nos enorgullece”.

En términos generales, se trata de un discurso que podría haber pronunciado tanto el Presidente Sebastián Piñera como cualquiera de los cuatro gobernantes de la Concertación, en parte porque es verdad y en parte porque ha sido el eje de su relato político en Chile y en el exterior en las últimas décadas.

Por lo mismo, lo notable es que el mensaje sea explicitado por el Presidente Boric, el más rupturista de los presidentes desde 1990 en adelante, quien sostuvo al triunfar en las primarias de su coalición -hace exactamente dos años- que Chile había sido la cuna del neoliberalismo y sería también su tumba, que promovió una Constitución cuyos autores señalaron su carácter refundacional y en buena medida recelaba y contradecía precisamente esos logros de las tres décadas precedentes.

A lo anterior es necesario sumar otro aspecto, que tiene que ver con la revolución de octubre de 2019 y todo el proceso que desató. En el movimiento de protesta -y su secuela de violencia- un aspecto fundamental fue el rechazo a la democracia chilena y a su sistema de desarrollo económico. “No son $30, son 30 años” decía un letrero que era mezcla de síntesis generacional y programa político, que fue asumido acríticamente por cierta prensa, de forma interesada por muchos actores políticos y de manera torpe e incluso entreguista por muchos de los que habían labrado el progreso en las tres décadas anteriores.

Tras ese análisis, parecía claro que era necesario cambiar profundamente: la fórmula escogida fue la Constitución, que tuvo un componente novedoso en la composición de la Convención y en las ideologías y metas de sus miembros. Un elemento común de la mayoría constituyente era, precisamente, dejar atrás los 30 años y comenzar un Chile distinto, con nuevas bases, ejes e instituciones.

Pero Chile cambió, nuevamente. El 4 de septiembre de 2022 una enorme mayoría popular le dio la victoria al Rechazo, desechando la propuesta de la Convención constituyente. El 7 de mayo la ciudadanía escogió al Consejo constituyente, dando una amplia victoria a las derechas: Republicanos en primer lugar y luego los partidos de Chile Vamos, lo que significó una nueva derrota para el gobierno.

A su vez, diversas encuestas han recogido el desafecto ciudadano frente a La Moneda, así como los equipos de gobierno han demostrado no solo falta de experiencia, sino también -en algunos casos- de capacidad, para asumir los variados desafíos que tiene Chile en la actualidad.

Quizá haya sido este baño de realidad de 16 meses en La Moneda lo que haya llevado al Presidente Gabriel Boric a replantear su visión sobre los primeros 30 años de la democracia chilena. Algo de eso ya había mostrado en la inauguración de la estatua a Patricio Aylwin, con quien había sido tan crítico en el pasado, para después reconocer sus dotes de estadista.

Hay quienes han planteado que estos discursos o posiciones del Presidente Boric podrían ser meros giros tácticos, que no representarían su visión de fondo, sino solamente constituyen una forma de presentarse en un momento en que su gobierno y coalición política se encuentran a la baja. Siempre existe esa posibilidad, por cierto. Sin embargo, es probable que los golpes de realidad efectivamente tengan efecto en el gobernante, que lo han llevado a considerar la historia y el presente con toda su complejidad, con sus matices. Si se aplicara un juicio draconiano a la administración por lo que prometieron el Frente Amplio y el Partido Comunista en las campañas de 2021 -presidencial y parlamentaria- sin duda los más duros podrían hablar de una traición y otros de un virtual engaño. El asunto es más complejo.

Gobernar, y no simplemente habitar los cargos, es considerablemente más difícil que hacer campañas o protestar. Por lo mismo, de seguro el Boric gobernante ahora empatiza más con sus antecesores en el cargo y por lo mismo no puede ocupar la misma virulencia que tuvo en el pasado. Y seguramente ha escuchado más seguido que Chile era admirado en el exterior, por su transición, su democracia y su desarrollo económico y social. Por lo mismo, su posición, al menos en parte, ha cambiado.

Con todo, la decadencia del octubrismo no debe llevar a la desidia a quienes lamentaron la revolución y a quienes han sufrido sus consecuencias. La política es un permanente campo de lucha de ideas, organización y poder, de conquista de inteligencias y voluntades, de contradicciones y evoluciones. La tarea, para quienes ven la agonía del octubrismo y las palabras de Boric en España con satisfacción, es trabajar más y mejor. El desarrollo económico y social de un país no es el resultado simple del azar, sino el fruto de mucho trabajo y de instituciones sólidas, de ideas maduradas, asumidas y difundidas en los más diversos ámbitos, de trabajo territorial y popular permanente y sin descanso. Y para nada de eso bastan las palabras.


Alejandro San Francisco, Académico de la Universidad San Sebastián y la Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Pública