Volver

NOTICIAS

Lech Walesa: “Los polacos le rompieron los dientes al oso soviético”

En el marco de la preparación de un libro sobre el histórico líder polaco, el director ejecutivo de Res Publica, José Francisco Lagos, entrevistó al Premio Nobel de la Paz, sobre sus motivaciones al crear Solidaridad, su visión del comunismo y el capitalismo y la opinión que tiene de la sociedad moderna. Acá, un extracto al que 'El Mercurio' tuvo acceso en exclusiva.

Al llegar al aeropuerto de Gdánsk, la ciudad donde Lech Walesa inició las protestas que lo harían famoso mundialmente, una gigantografía llama inmediatamente la atención de los visitantes. En ella se celebra —o más bien prepara el ambiente— para el cumpleaños número 80 del hijo más ilustre de la localidad.

Y es que Walesa sigue presente en la vida de su país. Y no solo simbólicamente, pues el exlíder de Solidaridad y expresidente de Polonia sigue muy activo, opinando y dando entrevistas, sobre contingencia e historia.

Tanto es así que en estos días está en un conflicto con el gobierno de su país, contra el que incluso ha marchado en diversas protestas y pronunciado diversos discursos en oposición a medidas que considera 'inconstitucionales y antidemocráticas'.

Sin embargo, es su historia, la historia de su movimiento, la que aflora con más facilidad en esta conversación.

'Siempre me propuse mejorar constantemente los aspectos que no me gustaban de la vida. No me gustaban los sindicatos existentes en ese momento, entonces organicé otros. No me gustaba la Unión Soviética, así que me esforzaba por disolverla. No me gustaba el Pacto de Varsovia, militarmente, así que también influí en eso. No me gustaba la división de Alemania, así que hice todo lo posible para unificarla', dice, resumiendo su vida en su oficina del Instituto Lech Walesa, que queda en el Centro internacional de Solidaridad, ubicado junto a la antigua entrada del astillero donde se inició su célebre sindicato.

—Una de las características de Solidaridad, el movimiento que Ud. fundó, fue la defensa de la autonomía, de los sindicatos libres, pero también del catolicismo como elemento propiamente polaco. ¿En qué sentido el factor religioso marcó el camino que siguió el movimiento?

—Para sobrevivir, a veces había que creer en milagros. Durante más de 100 años no existimos en los mapas del mundo, pero gracias a la religión, a la fe, creyendo en milagros, nos levantamos contra la muerte. La fe nos ayudaba a sobrevivir y a triunfar. Muchas naciones, al no tener ese respaldo de fe, dejaron de existir.

'Se creó una buena simbiosis entre la fe y la sociedad. Cuando la nación no podía cumplir con diferentes obligaciones, la Iglesia asumía ese papel. Y cuando logramos la libertad, la Iglesia volvía a ocupar su posición'.

—Constantemente se ha declarado que Solidaridad se inspiró en Juan Pablo II, el Papa Polaco. Sin embargo, también es posible hablar de un compromiso del propio Papa hacia el movimiento, ¿en qué consistió y cómo influyó ese apoyo?

—Hasta ese momento, hasta la elección del Santo Padre, yo estaba buscando voluntarios para luchar y en 20 años solo había reclutado a 10 personas. Pero cuando el Santo Padre vino a Polonia, un año después de ser elegido, logré organizar a 10 millones. Venían solos a mí, a la organización, a los sindicatos.

—¿Pero cuál fue concretamente el papel del Papa?

—El Santo Padre nos organizó para la oración, no para la lucha. No exageremos el papel del Santo Padre, porque, como dije, él solo hizo su trabajo.

—Este año se cumplen 40 años de que fuera galardonado con el Premio Nobel de la Paz. ¿Qué significó este hito?

—El velero llamado Solidarnoœæ (Solidaridad) se estaba haciendo cada vez más lento y ese premio fue un viento. Y personalmente, me hizo de alguna forma inmortal. Hay muchos electricistas en el mundo, pero electricistas con el Premio Nobel no. Fue un agradecimiento por una buena pelea, pero también un estímulo para seguir adelante. No me puedo imaginar nuestra victoria sin el Premio Nobel.

—Debido a la influencia de Solidaridad, Polonia fue el primer país de la esfera soviética en tener un gobierno no comunista. ¿Cree que este esfuerzo desembocó en la derrota del comunismo?

—Creo que podemos decir que los polacos le rompieron los dientes al oso soviético. Cuando ya no podía morder porque no tenía dientes, otros pueblos pudieron obtener su libertad.

'Ahora, con la guerra ruso-ucraniana, puede surgir algo similar a Solidarnoœæ. Espero que así sea'.

Problemas del mundo actual

Para Walesa, los grandes desafíos de la actualidad se resumen en tres grandes puntos, que acá explica:

En primer lugar, asevera que 'cada país en Europa y en el mundo tiene un fundamento de existencia algo diferente, e incluso diversas religiones. Con todas estas es casi imposible lograr algo más grande. Todos los bandos se aferran a sus posturas y no podemos avanzar en la construcción debido a esta división'.

Para él, en el caso de lograrse un consenso en torno a ciertos temas, vendrá otro problema. ¿Cuál es el mejor sistema económico en la globalización?

En este contexto, explica que 'existen dos grandes sistemas económicos en el mundo: el comunista y el capitalista. Teóricamente, el comunista es mejor y por eso la juventud de occidente se deja llevar y engañar. Porque tiene una bella teoría sobre la justicia, la igualdad. Pero no se puede implementar. Así que propongo rechazarlo'.

Entonces, explica, 'solo queda el capitalismo, que fue bueno cuando estábamos encerrados en Estados, bloques, divisiones. Era una competencia, a menudo injusta. Alguien la llamó una carrera de ratas entre los países, en la que muchas personas quedaron desempleadas. Pero ya que estamos condenados al capitalismo, le debemos hacer correcciones. Hay que mantener el mercado libre y el resto se debe corregir. Debemos encontrar a los desempleados y ponerlos a trabajar. Por supuesto, de manera inteligentemente y organizada'.

Y el tercer problema definido por él es '¿cómo lidiar con la demagogia, el populismo y el engaño de los políticos?'.

En su opinión, la solución a este último problema es entender que 'la era de la división de los Estados, los paisajes, los bloques ha caído, se ha acabado. Ha aparecido la era del intelecto, de la información, de la globalización en el horizonte. Yo lo llamo la era de la palabra, del debate sobre cómo debería ser el futuro. En la era del debate usted tiene que convencerme a mí y yo a usted, y entonces comenzará la construcción. La pregunta es si llegaremos a tiempo. Si los demagogos y los populistas no incendiarán nuestro mundo antes. Y así destruiremos nuestra civilización'.

—¿Cuál es el rol de las identidades nacionales en un mundo en que las fronteras se desdibujan cada vez más? Estamos en el proceso de la globalización, pero eso debe compatibilizarse con las identidades propias de cada país.

—Debemos construir la globalización para que todas las personas sean tratadas de igual manera. Hemos llegado bastante lejos en esa dirección pues en Europa no hay fronteras y hemos introducido el euro. Cada persona puede trabajar con un buen sueldo en cualquier país del continente.

'Sin embargo, ahora estamos un punto muerto. Y debemos discutir y encontrar soluciones. Mientras no lo hagamos, los demagogos y populistas tienen la ventaja. Debiéramos juntar a un grupo de personas sabias y plantearles que debatan sobre los desafíos del desarrollo tecnológico, por ejemplo y sobre cuáles son las estructuras necesarias, los recursos financieros y la organización que necesitamos para resolver y proponer soluciones en estos temas.

—El cristianismo fundó Europa, pero desde el mismo continente se ve una secularización importante y un desconocimiento con ese legado. ¿Comparte esa apreciación? ¿Ve posible un retorno de la valoración del legado cristiano en Europa?

—Cuando dejemos de utilizar la religión para fines políticos, esta volverá a su lugar adecuado. Aumentará la conciencia y todos notaremos que Dios es necesario. Dios es solo uno, tiene diferentes nombres, pero es uno mismo.

'Un hombre sin fe es pobre, aunque por supuesto, no se trata de la fe como la propone la religión, que hizo muchas cosas malas cuando se mezcló con la política. Pero yo preveo que volverá la necesidad de la religión, pues notaremos que un hombre sin religión no vale nada. Esas especulaciones sobre el fin de la religión son tonterías. Nos encontramos en un momento de purificación. Dejemos de mezclarla con la política y la religión volverá a ser pura y decente.

—¿Cómo le gustaría ser recordado?

—A mí me gustaría que se olviden de mí. Yo pronto voy a pasar a la vida eterna. Espero no encontrar a Stalin y a Hitler, que probablemente están en el infierno. Así que yo me esfuerzo para no terminar allí, porque me podrían oprimir por acabar con el comunismo. Yo creo en eso y estoy esperando la justa sentencia.