Volver

RADIO Y TELEVISIÓN

Alejandro San Francisco: Las niñas de Conchalí

El martes 17 de octubre -durante una sesión de la Cámara de Diputados- el parlamentario de Revolución Democrática, Jaime Sáez, aseguró: “Las niñas que están en Vitacura salen adelante porque son de Vitacura, porque si fueran de Conchalí probablemente tendrían muchísimas más dificultades para alcanzar algún puesto de liderazgo”.

Un par de días después, reafirmando sus declaraciones, el diputado agregó, respondiendo a las críticas que había recibido: “Pero, desde mi perspectiva aquí lo insultante y lo terrible es no reconocer que tenemos un problema estructural y que eso se transmite en violencia, por supuesto la cual es injustificable, la desigualdad tiene derivados: la violencia, la delincuencia, la frustración, las altas tasas de enfermedades mentales, el alcoholismo, la drogadicción».

Como todas las generalizaciones de este tipo, se mezclan varias cosas que es preciso ordenar para comprender. Desde luego, fue poco deferente atacar a unas invitadas a la sesión de la Cámara, mujeres y menores de edad. Luego presenta como resultado de la desigualdad a males como la violencia, la delincuencia, las enfermedades mentales o el alcoholismo, en circunstancias en las que los estudios, la historia y la realidad actual muestran una gran variedad de causas de esos problemas en el mundo, de una complejidad bastante mayor a la planteada por el parlamentario.

Pese a ello, hay un aspecto que de verdad que no puede ser desechado de buenas a primeras, por razones políticas o de otro tipo, como es la evidente disparidad de oportunidades existente en Chile por razones económicas, sociales, de apellidos o por la comuna donde vive la persona.

¿Cuál es el problema entonces? ¿Podemos dar por cierta esta afirmación, aunque la consideremos odiosa? ¿Debemos desecharla por su tono de lucha de clases sin ver parte del fondo del asunto? Me parece que el tema es demasiado serio y que el diputado, sea por provocar, por indignación o por carecer de propuestas, se quedó en la cáscara, sin profundizar en la situación que denuncia.

Hay varias cosas que en Chile son verdad, pero requieren ser explicadas en su contexto y con la argumentación adecuada. Veamos algunos casos, muchos de los cuales involucran a los propios políticos y a los correligionarios del parlamentario denunciante:

-Es más fácil que un miembro de un partido político ocupe puestos relevantes en el Estado o en empresas públicas, en claro detrimento de los independientes, aunque estos sean más capaces o tengan mejor trayectoria.

-Los habitantes de Santiago tienen más oportunidades que los de regiones a la hora de liderar empresas, partidos o instituciones del Estado.

-Es muy probable que los miembros de partidos de gobierno reciban más fondos de asignación directa por parte de las instituciones del Estado.

-Seguramente los habitantes de Vitacura, Lo Barnechea, Providencia o Las Condes serán operados con mayor prontitud que el resto de los habitantes de Chile, abandonados por un sistema de salud público ineficiente.

-Los funcionarios públicos tienen mejores sueldos, capacidad de presión y beneficios que sus equivalentes en el sector privado.

-Los parientes de funcionarios de gobierno o parlamentarios oficialistas han tenido más facilidad que otros chilenos para acceder a ciertos cargos bien remunerados en el ámbito estatal.

-Los parlamentarios en ejercicio y que se presentan a la reelección tienen considerablemente más recursos de campaña que un candidato nuevo que los desafía. En otras palabras, a una niña o joven de Conchalí le costará mucho enfrentar el liderazgo de un diputado en el futuro.

Y así podríamos mencionar muchas cuestiones más. Sin embargo, me parece que el tema de fondo es otro, al menos en el de las niñas de Vitacura y de Conchalí que denunció el diputado de Revolución Democrática.

El tema no son las jóvenes que habitan las comunas más ricas del país ni la enseñanza que reciben gracias a la capacidad económica de sus padres, que les permite pagar un buen colegio. El verdadero drama que vive Chile es la incapacidad del Gobierno, el fracaso del Estado, las malas políticas públicas, la indolencia del Colegio de Profesores y tantos otros problemas económicos y sociales que no permiten que los niños y jóvenes de sectores populares tengan realmente una educación mejor, desarrollen efectivamente sus capacidades y ejerzan sus liderazgos, muestren en público su potencial y hagan un inmenso servicio al país desde las más diversas áreas, porque a eso están llamados.

El verdadero drama de Chile es que hay demasiados políticos -desde hace años- más preocupados de “las niñas de Vitacura”, para denunciarlas en la Cámara o bajarlas de los patines, que de “las niñas de Conchalí“, y de tantas otras comunas populares donde reside gente de trabajo, valiosa y que ama a Chilepero que no tiene los recursos para pagar un establecimiento privado.

Desde hace décadas se habla de reformas educacionales y de enseñanza gratuita y de calidad, pero hoy tenemos peores resultados educativos, más deserción escolar, violencia y paros que se repiten cada año. El drama es que ese abandono se sufre en soledad, con indiferencia, sin una radical voluntad de cambio hacia la calidad y las oportunidades.


Académico de la Universidad San Sebastián y la Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Publica